Es mitad simio, mitad hombre. Vivió hace tan sólo 300.000 años. Convivió con los humanos más cercanos al hombre moderno.
por Arturo Escarda
El descubrimiento hace cinco años del Homo naledi, una nueva especie de homínido que convivió en la sabana sudafricana con los humanos más cercanos al hombre moderno, podría cambiar para siempre lo que sabemos sobre la evolución.
Un equipo de investigadores rusos presentó esta semana en Moscú la reconstrucción científica de la cabeza del misterioso ser, descubierto en Sudáfrica por el paleoantropólogo estadounidense Lee Berger, que regaló una copia del cráneo del naledi a sus colegas de Rusia.
El resultado del trabajo científico se dio a conocer en un acto organizado en la Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología MISiS.
El naledi es mitad simio, mitad hombre. En lugar de responder a preguntas sobre el origen de nuestra especie, es un eslabón que no encaja muy bien en la cadena evolutiva, explica a EFE el antropólogo ruso Stanislav Drobishevski.
“Combina aspectos muy primitivos, como el cerebro, más propios de los primates, con otros muy desarrollados (como los dientes y las piernas), que se asemejan a los del hombre contemporáneo”, apunta el científico.
“Son muy peculiares. Miden 1,5 metros y tienen un cerebro que pesa entre 400 y 600 gramos, justo en el límite que separa al Australopithecus (primate bípedo) del Homo habilis, el primer homínido al que se considera humano.
De hecho, los primeros análisis de los restos de 15 individuos hallados en una profunda cámara de la cueva sudafricana Rising Star hicieron pensar a sus descubridores que estaban ante una de las primeras especies humanas, que habría vivido hace tres millones de años.
La sorpresa fue mayúscula cuando las pruebas de datación revelaron que el naledi vivió hace tan sólo 300.000 años, cuando el Homo rhodesiensis -una de las especies humanas más próximas al hombre contemporáneo- ya campaba a sus anchas por la sabana sudafricana.
“La convivencia de estas dos especies en un mismo ecosistema indica que la evolución humana pudo haber seguido caminos distintos”, afirma Drobishevski.
Otras especies humanas convivieron en una misma época histórica, pero o eran tan distintos como el hombre y el chimpancé (como es el caso del Australopithecus y el habilis), o bien habitaban en distintos continentes o separados por fronteras geográficas infranqueables.
La forma en que se relacionaban los naledi y los rhodesiensis, a los que algunos antropólogos colocan dentro de la especie Homo sapiens, son un misterio.
“Pudieron cooperar e incluso pudieron cruzarse. De hecho, el genoma de algunos pueblos africanos como los pigmeos y bosquimanos tiene genes que hasta ahora no se han podido explicar”, señaló el antropólogo ruso.
Al igual que los sapiens europeos tienen algo de neandertales en su ADN, el eslabón perdido en los genes de algunos pueblos africanos podría ser herencia de los naledi, aunque para resolver el misterio habrá que descifrar el genoma de la nueva especie.
Por otro lado, el cerebro de los naledi, de un tamaño similar al de los hombres más primitivos, y su caja torácica de primate, que le impediría hablar, apuntan a que su intelecto estaba muy poco desarrollado.
El único indicio de cultura se desprende del lugar en el que se han encontrado los restos: una cámara a más de 16 metros de profundidad, a la que sólo se puede acceder por un orificio muy estrecho, de apenas 20 centímetros de ancho, lo que en principio descarta que la usaran para vivir.
Lo más probable, explicó Drobishevski, es que los naledi, que eran bastante menudos, usaban este tipo de agujeros para la sepultura de sus muertos, aunque no como un ritual, sino por motivos de higiene.
Las mandíbulas y los dientes de estos homínidos son incluso más pequeños que los del hombre moderno, lo cual rompe uno de los postulados de la teoría de la evolución.
“Hasta ahora se ha creído que en la evolución del hombre el tamaño de los dientes siempre se reduce”, dijo Drobishevski.
Por contra, la curvatura de los dedos de la mano, mayor que la de los simios actuales, apunta a que pudieron involucionar en algún momento para adaptarse al medio en el que vivían.
“La tendencia evolutiva es el enderezamiento de los dedos. Aunque la forma de la mano casi coincide con la del hombre moderno y es capaz de construir herramientas, la curvatura de los dedos rompe todos los moldes” de lo que se creía hasta ahora, agregó.
Con estos datos, los científicos piensan que el naledi podía andar y construir herramientas como un hombre, y al mismo tiempo trepar a los árboles como un mono.
“Algunas herramientas halladas en el pasado y que se relacionaron con el sapiens, en realidad podrían pertenecer al naledi. Aunque no se ha encontrado ningún resto de la cultura de estos seres, la forma de su mano indica que eran capaces de hacer instrumentos, pese a tener un cerebro muy pequeño”, concluye Drobishevski.
EFE.